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La ayuda a domicilio puede ser la clave para alcanzar la máxima calidad de vida posible en la edad adulta. Puede permitir la seguridad y el aumento de la independencia. También facilita la gestión de una enfermedad en cuso y ayuda a evitar la hospitalización innecesaria, o la recuperación después de una enfermedad o lesión o una estancia en el hospital. Todo ello mediante la atención prestada en la comodidad y la familiaridad en el hogar.

Incluye, en primer lugar, ayuda en las actividades diarias, como vestirse y bañarse. También, en la realización de tareas de la casa y acompañamientos. Por otro lado, incluye servicios de terapia y rehabilitación. Finalmente,  mantiene cuidados de enfermería a corto o largo plazo para una enfermedad, dolencia o discapacidad.

Aunque los distintos tipos de atención domiciliaria pueden responder a necesidades diferentes, sin embargo, comparten un objetivo común: permitir una vida más feliz e independiente a las personas que reciben la atención y proporcionar apoyo y tranquilidad a sus familias.

Nuestro papel como cuidadoras y cuidadores no acaba con la muerte de la persona cuidada, sino que comienza otra etapa en la que emprendemos otro tipo de cuidado, esta vez hacia su familia, respetando las manifestaciones de duelo y favoreciendo la expresión de sentimientos por parte de las personas allegadas así como la dispensación de los cuidados postmorten, si fuese necesario.